lunes, 20 de junio de 2011

PRESENTACIÓN DE VERRUM



El proximo sábado, día 9 de julio, en la cúpula de la Real Fábrica de Cristales, Fundación Centro Nacional del Vidrio, tendrá lugar la presentación de la novela Verrum que he tenido la suerte de escribir y poder publicar. Todos estáis invitados, amigos. No perdáis la oportunidad de escuchar al prestigioso historiador Ángel Herrerín y a la profesora de literatura Sonia Agejas, junto con el alcalde del Real Sitio, José Luis Vázquez y el presidente de la Fundación CNV, Francisco Salazar-Simpson. Para vuestra desgracia, también tendréis que escucharme a mí, pero prometo hablar muy poco, lo justo. Vamos, un ratito de nada. Tiempo necesario para que se enfríe la cerveza y el vino se oxigene...

sábado, 4 de junio de 2011

Finding Erik

La primera vez que vi a Erik tenía yo unos diez u once años. Seguro que lo había visto antes, pero no eres consciente de que ves algo hasta que no queda relacionado con uno mismo. Si no me equivoco él ya era alcalde del Real Sitio y se estaba rodando la película Conan el Bárbaro. Era el año 1979 y estábamos en la ruinosa fábrica vieja. Estaba hablando en otro idioma con el mismísimo Conan, una bestia de casi dos metros, con más músculos que nosotros vergüenza. La imágen era paradójica. Nosotros queríamos acercarnos a aquel hombre gigantesco cubierto con un abrigo de pieles, que sujetaba una espada tan grande como mis ganas de divertirme. Tan pesada como las clases de física del Tomate.

En un momento determinado, aquel hombre medio pelirrojo de barba poblada y voz cavernosa se giró y nos sonrió. Todos nos acercamos a la carrera al guerrero musculoso y le rodeamos. Al pasar a su lado me alborotó el pelo cariñosamente.

-Vamos chicos, ¿ tú eres el hermano de Amaia y Ángelito, verdad?

Me detuve un momento, impaciente, y le regalé una media sonrisa forzada. Me la devolvió y me empujó levemente hacia la montaña humana. Corrí y llegué justo a tiempo de ver cómo Conan alardeaba con su espada y nos arrancaba enormes exclamaciones de asombro mudas de propia admiración.

Aquel actor era Arnold Schwarzenegger y el hombre que hablaba con él, Luis Erik Clavería Soria, primer alcalde elegido democráticamente en el Real Sitio después de la dictadura del general Franco.

Los años pasaron, nunca en balde, y, aunque no volví a ver a aquel actor, a Erik lo seguí viendo durante mucho tiempo. De mi relación con él sólo puedo decir que fue de una única dirección: el hablaba y yo escuchaba. El enseñaba. Yo aprendía.

La última vez que charlamos fue hace un año. Yo estaba caminando con mi precioso hijo Eduardo, pelirrojo como él, frente a su casa. Andaba preocupado, intentando imaginar una escena para mi novela Verrum justo en aquel lugar. Erik estaba en el balcón de su casa, mirando con el ceño un tanto fruncido. No le vi hasta que me saludó.

-¿Dónde van los dos Eduardos?
-¡Hola Erik! -exclamé sorprendido-. Trato de ambientar un capítulo de mi novela.
-¿Aquí?
-Sí, justo frente a tu casa. Claro que es durante el siglo XVIII. Igual no estaba.
-Pregúntale a Rita y te sacará de dudas.
-Así lo haré.
-Venga, continúa. Nunca se debe parar el proceso creativo.

Sonrió. Asintió. Se metió en casa y me dedicó un leve saludo con su mano.

Fue la última vez que hablamos.

El pasado miércoles, Erik murió en su casa del Real Sitio y yo siento que me faltó una última conversación con él. Haberle sacado más de su experiencia. De su conocimiento de la vida. De su conocimiento de las personas.

Sin embargo, escribiendo estas líneas en su memoria miro a mi derecha y veo a mi hijo tumbado en el sillón. Durmiendo plácidamente su siesta diaria. Su pelo rojo alborotado y su tranquilo respirar me han relajado.

Después de todo, nunca sabemos cuándo será la última vez.

Después de todo, nunca se sabe qué será lo último.

Aquella mañana, dos Eduardos y Erik. Dos pelirrojos y yo. Tres generaciones. Uno que enseña y otros que aprenden.

Después de todo, sí que fue una gran última conversación.

Hasta siempre, amigo. Hasta siempre, maestro.