lunes, 18 de julio de 2011

Entre Holocaustos, efemérides y ocurrencias de un pelirrojo

Llevaba tiempo queriendo escribir sobre el último libro del Maestro Paul Preston (El Holocausto Español, Debate, 2011) y no tenía fuerzas para hacerlo. Cansado de hablar de ello con ilustres colegas, ciertamente motivados por la originalidad de la obra y por la, a mi entender, profundidad ésta.

No encontraba el momento. Ni la situación. Quizás porque aún sentía el pavor y el escalofrío espeluznante que recorrió mi espinazo de la primera a la última página.

La obra en sí, un compendio, creo, definitivo de la barbarie, del odio atroz e inmisericorde desatado por décadas, siglos, de injusticia social. El Maestro Preston, con una prosa tan ágil y liviana que me obliga a pensar en él como un español de Liverpool, analiza el leviatán desatado con la locura liberada hace hoy setenta y cinco años.

Después de haber escuchado al gran Santos Juliá hablar sobre Azaña, a Enrique Moradiellos limpiando el ensuciado rostro de Negrín, a Julio Gil-Pecharromán desenmascarando al verdadero José Antonio libre del feo disfraz que le puso el franquismo; después de haber leído el último libro de Ángel Herrerín sobre la construcción del anarquismo español (Anarquía, Dinamita y revolución social, Libros de la Catarata, 2011), de haber charlado hasta la saciedad con el Maestro Juan Avilés, el gran José María Marín Arce y tantos otros monstruos que hacen que el impenitente parlanchín que es un servidor guarde silencio, estoy seguro de que, al igual que Alicia, he sido capaz de cruzar el espejo y mirar hacia atrás sin el apasionamiento innato que nos ciega siempre a los españoles.

Y de eso se trata. Nada más. Hay que trascender a la realidad propia. A los abuelos encarcelados y perseguidos. A los abuelos asesinos. A las abuelas violadas y las que enmantilladas celebraban las ejecuciones. A los tíos, primos, amigos, conocidos y vecinos insensatos, felices de la roja sangre que embadurnaba sus manos.

Hay que cruzar el espejo, digo. Comprender que los siglos de hambre, de absoluta injusticia nos avocaron a una catársis, a una orgía de destrucción. Si bien algunos pueden acusar al Maestro Paul Preston de haber colocado a todos los muertos en fila a modo de eterna cola, semejando las catastróficas oficinas del desempleo, buscando ese efecto, yo le defiendo. ¿Quién había hecho eso antes? ¿Quién había mostrado aquella monstruosidad?

Algunos le acusan de ser inglés, de no ser español y, por ello, mostrar una sociedad terrible, violenta, sin piedad. Donde la violencia es moneda de cambio. "Hay más violencia en dejar un pueblo sin sustento, sin trabajo, sin comida, que en muchas orgías de disparos", que dijo Julio Gil-Pecharromán. La sociedad que solo conoce la violencia, únicamente producirá catástrofes, como bien sabe mi querido Ángel Herrerín, bien descrito en el concepto acuñado por él de la "propaganda por la represión".

Y si es inglés, ¿qué más da? Ya he dicho que es un español de Liverpool. Seguro que le gustó aquel spanish Liverpool de Reina, Torres, Arbeloa y Benítez. Además, no hay que olvidar que hemos sido muy brutos en este país para evolucionar. Socialmente, se entiende. Cuando eramos brutos sí evolucionábamos rápido. No hay más que ver los prodigios de Atapuerca.

Ahora, socialmente... Cataluña abominó de los Borbones en el XVIII cuando traían una idea más prospera de sociedad que la caduca y rancia España de los Austrias. Qué decir del liberalismo. Apaleados salieron los franceses con un Napoleón ojicuádrico ante esa barbarie escondida en los galantes y pintorescos españolitos retratados por Bayeu... Ya se encargó Goya de mostrar el Leviatán que escondemos. Qué decir de los continuados intentos fallidos de constituir sociedades más justas: de sistemas liberales burgueses destruidos por los espadones bigotudos y bárbaros a repúblicas burguesas aplastadas por un ejército intervencionista y sustentado por un pueblo famélico e ignorante, apoyado en la religión y el culto al emperador romano o al rey, que lo mismo da.

Y nos sentimos orgullosos de ello. ¡Será posible! Y nos quejamos de que un guiri nos cante las cuarenta. ¿Quién lo va a hacer si no?

En esta España donde florecen los revisionistas sin vergüenza ni quien se la ponga. Donde los historiadores "equivalentistas" lo solucionan todo con un borrón y cuenta nueva, con lo mismo ocurrió en ambos lados, sin parar a pensar que ya de por sí resulta cómico-trágico equiparar la crueldad de Franco y Mola con la candidez un tanto estulte de Azaña o los arrestos arrugados de Indalecio Prieto, como para intentar institucionalizar tal aberración no ya en el ámbito académico sino en lo social.

Yo recomiendo encarecidamente ver la vieja película de Jaime Camino (La Vieja Memoria, Jaime Camino, 1977) y escuchar a los protagonistas justo después de haber leído al Maestro Paul Preston. Resultará muy sencillo analizar el discurso mimetizado de los falangistas y derechistas, las desavenencias entre comunistas y anarquistas, la pérfida estupidez de los nacionalistas y el resultado final de todo ello: el Holocausto Español.

Y es ahora cuando recuerdo el pelo rojo desaliñado de mi querido hijo Eduardo refulgiendo entre los parapetos del Cerro del Puerco: "Papi, papi" me gritaba. " Qué sitio más bueno para jugar al escondite".

La sonrisa, como siempre que pienso en la guerra civil, se me cogeló.

En esas estamos, como siempre. Como antaño. Como nunca. jugando al escondite. Y el futuro, Dios dirá. O no.

Al menos espero que Paul Preston no sea del Everton.

lunes, 11 de julio de 2011

Y presentamos VERRUM









Bajo la inmensidad de la cúpula de la Real Fábrica, donde uno se siente como en el salón de embajadores de la Alhambra pero con mucha más luz, pudimos ofrecer a un nutrido grupo de amigos y curiosos la edición de Verrum. A pesar de las críticas del profesor Ángel Herrerín a la falta de sexo entre las páginas de Verrum (¡Qué falta de imaginación! Que no lo escriba no quiere decir que no lo haya) y sus cariñosas chanzas al autor, la gran aventura que recorre las páginas de Verrum sumerge al autor en una búsqueda pues, al fin y al cabo, de eso se trata la vida. De buscar. Buscamos desde que nacemos. Al principio, tan solo una teta a la que agarrarnos. Después nuestra identidad, nuestro futuro. Nuestro fin. Y al fin podemos decir que encontramos lo que buscamos y buscamos lo que hemos de encontrar.



Siguiendo los pasos de Jacques-Louis Nègre por el maravilloso Real Sitio de San Ildefonso en gestación seguimos porque desconocemos lo que en realidad nos mueve. Vale la pena perseguir al Oscuro Veneciano por las calles de La Granja. Y por Venecia. También por Escocia y por Stirling.



Gracias a que Herminio Gas cree en la búsqueda que hemos conseguido ver Verrum en papel. Esperemos que mucha gente lo haga. Vale la pena. Seguro que Seamus O'Cullichan estaría encantado. Murron, por descontado. No tanto Curtis Campbell.



Yo, desde luego, lo estoy. Un poco de mi alma inmortal quedó prendada en ellos. Que vivan muchos años y aviven el fuego de la imaginación de muchos. Tantos como lo merezcan.



Un hombre se me acercó mientras firmaba y me agradeció que escribiera sobre La Granja y su belleza porque "se lo merece". Otro me dijo que se había emocionado por que la novela estaba dedicada a mi madre y a mi querida suegra.



Aunque sólo sea por eso.