Y la seriedad del Sr. Bellette. Al salir de Deba el sol asomaba por los cúmulo-nimbos, justo al mismo tiempo que se empinaba el camino. Y sin misericordia. Vamos, que pasar de Guipúzcoa a Vizcaya es más duro que cruzar el Rubicón con Julio César. Cuarenta minutos cuesta arriba y llegamos a la iglesia del Calvario con unas vistas de la costa que nos hizo olvidar la penuria de la subida. Que no me extraña que la iglesia se llame del Calvario, de verdad.
Ciento cincuenta metros hacia abajo y... ¡Otra vez para arriba! Y esta vez sin descanso. Casi dos horas de cuesta. Adelantando peregrinos. Y peregrinas con los pies para llorar. Y el maldito teléfono del Sr. Bellette contando los kilómetros de uno en uno asustando al personal que adelantábamos con su voz de dominatrix.
¿Por qué les ponen voz de chica? Más bien de Angela Merkel cabreada con Rajoy explicando los recortes.
Coronamos doblados, buscando el Sr. Bellette a la madre del perro. Que cuando se acuerda de ella, uno se pone a temblar. Catálogo interesante, el del Sr. Bellette:
Grado 0: Mueca ligera. (Menos del 8% de desnivel)
Grado 1: Pse... (Entre el 10% y el 15% de desnivel)
Grado 2: Vamos anda!!! (Al 15% de desnivel)
Grado 3: Resoplando... (Casi el 20% de desnivel)
Grado 4: Joooder con la costiña de Canedo!!! (Ladera del K-2)
Grado 5: ¡..La madre'l perro..! (El monte Everest nevando)
Llegamos arriba, lo aseguro, sin encontrar a la madre del perro. Si la llego a encontrar, estaba yo ahora en Alcatraz. Eso sí, nos encontramos a un gordo resoplando comiendo chocolate y con un cigarro en la mano. Sinceramente, pensé que se trataba de una cámara oculta.
De allí hasta Marquina, bajando sin parar. Sin parar. Sin parar. Sin llanos. Solo cuesta. Hacia abajo. Hasta que, por fin, asomó Marquina entre pinos y valles. Con un sol abrasador. Y una pequeña iglesia asombrosa. Con unas piedras increíbles dentro. Y me acordé de la película de Phenomenon de John Travolta. Y del conejo que nunca conseguía detener. Por muchas vallas que construyera, el conejo aparecía dentro.
Porque vivía dentro.
Las piedras de Marquina, primero. La construcción, después.
Un paisano nos encaminó al restaurante de la plaza principal. Menudo acierto. Siempre hay que preguntar y pasar de guías. Acierto seguro. Chipirones y cogote de merluza.
Maravilloso.
Descansando al fresco del restaurante de Marquina, pensamos dónde dormir.
En Bolívar, cuna del libertador, Sr. Bellette.
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