martes, 22 de enero de 2013

DE PARAISOS PERDIDOS

(Artículo publicado en el Adelantado de Segovia, 21/01/2013)
Resulta que hace unas semanas, en mi trastear frecuente entre los legajos del Archivo Histórico Municipal del Real Sitio, encontré un documento de principios del siglo XX que me llamó poderosamente la atención. Se trataba de una lista de recompensas económicas que, bajo el título "Alimañas y Especies Dañinas", establecía un baremo según el animal que fuera entregado muerto en el Ayuntamiento del Real Sitio. Y entre la lista de especies dañinas se encontraban los lobos (diferenciando lobo, loba o lobezno), los zorros y las garduñas, todos ellos, afortunadamente, presentes en mayor o menor medida en nuestros queridos pinares de Valsaín.




Sorprendentemente, al final de la lista aparecía también recompensa económica por la caza del lince. Mi sorpresa fue mayúscula, pues nunca recogí noticia alguna de la presencia de tan afamado, escaso y preciado felino ibérico. Rápidamente me puse en manos de aquellos que conocen la fauna y el pinar: desde mi querido Juan Francisco Bellette, incansable caminador del pinar y guía perfecto, hasta Ramón Campoamor, gran defensor y divulgador de la naturaleza, todos coincidieron en que el entorno, en efecto, se prestaba a la presencia de linces en el Real Sitio. Especialmente la mata y robledal, durante siglos en litigio con el Ayuntamiento de Segovia.



Un servidor, que de imaginación va sobrado, en el momento me puse a fantasear con linces corriendo tras conejos y palomas por el Robledo; subidos a las encinas y rebollos de la falda de Matabueyes y mirándome fijamente mientras recojo setas de cardo con esos ojos tan profundos y aterradores que los felinos gastan.



Pero fue sólo un momento. Pronto volví a la realidad y la sensación que de paraíso perdido tengo siempre que recorro el pinar me conquistó una vez más. Y pasando por el vado de Oquendo, camino de la cuesta del arroyo de los dos Cañones con mi amigo el señor Bellette, recordé que ya no habría más linces; que el último oso fue abatido por una partida del Rey Habsburgo en los años setenta del siglo XVII; que apenas quedan dos o tres parejas de águilas imperiales en el pinar en recóndito y secreto lugar perfectamente protegido gracias al Centro de Montes de Valsaín y a Javier Donés, su director, debido a que, a finales de los años veinte del siglo pasado, un militar que descansaba durante el verano del Real Sitio tuvo la feliz idea de dar caza a cuántas águilas, halcones, alcotanes y azores pudo con la técnica del mochuelo, según atestigua la documentación y la prensa del momento, dejando la población de tan maravillosas aves bajo mínimos en nuestro querido paraíso perdido.



Por ello siento cada vez con mayor necesidad que la protección de nuestro privilegiado entorno natural es una responsabilidad que trasciende claramente a la política, que todo lo inunda y tergiversa, correspondiéndonos a nosotros su defensa. No me cabe en la cabeza que un paraje como el Real Sitio de San Ildefonso no haya sido declarado aún Reserva de la Biosfera; que su constatación como Parque Nacional se convierta en un debate sin sentido de hectáreas arriba y abajo olvidando que el objetivo real es la protección de un enclave simbiótico naturaleza-humanidad.



Aún nos quedan jabalíes (los "puercos" salvajes que dieron nombre al afamado cerro de la batalla de 1937), rapaces, buitres, tejones, garduñas, zorros, algún lobo despistado y perseguido; erizos, ardillas, murciélagos, peligrosas víboras hocicudas, culebras de collar, lagartijas y lagartos verdinegros de alegre trote; salamandras, tritones y ranas patilargas; corzos de cuatro patas y ciervos volantes de coraza negra y zumbido profundo; y maravillosas y etéreas mariposas de grácil e inestable vuelo que te alegran el paseo y hacen reír a los niños.



Protejámoslos. No quiero ni puedo imaginar a mis nietos sorprendiéndose al leer este artículo, añorando un paraíso perdido que no supimos legarles.


http://www.eladelantado.com/opinionAmplia/5527/colaboracion


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