jueves, 15 de agosto de 2013

A BIlbao por la calzada de los Zamudianos

Salimos bien pronto del hotel rural Matsa, en Lezama, con ganas enormes de llegar a Bilbao. El camino era, en realidad, bien sencillo: Lezama-Zamudio y Bilbao por el monte Abril. Aunque estamos escamados con la terminología y siempre que leemos monte nos esperamos el Everest, pensamos que, para apenas 18 km. que  nos quedaban, poco nos molestaría el citado monte.
Craso error.
El monte se asemeja, en algunas zonas, a las partes más escarpadas del Guadarrama. Al sol cálido de agosto, llegamos a la cima superando el mayor nivel de la escala Sr. Bellette, esto es, "La madre'l perro".

Cruzar la cima, donde se estrelló en los años ochenta un avión de iberia, nos encontramos a un par de paisanos vendiendo souvenirs del camino. Desde chapas y pins a bastones.

-Oiga, amigo -le pregunté-. ¿Por qué llaman a este camino antigua calzada de los zamudianos?
-Era por aquí por donde venían a Bilbao los de Zamudio hasta que se hizo la carretera.

Sonreí, le di las gracias, miré al Sr. Bellette y continuamos la cuesta abajo, hacia Bilbao.

¿Por ahí subían los de Zamudio? ¡Venga ya! Me doy yo la vuelta hasta el  mar antes que subir aquello. No me extraña que estos tíos suban al Everest como yo las escaleras de mi casa. Seguro que Juanito Oyarzabal iba de Zamudio a Bilbao a por el pan todos los días. Como hacía aquel abuelo en Deba.
Riéndonos todavía de la cuestión, entramos en Bilbao, bajando el barrio de Artxanda y llegando hasta la concurrida basílica de Begoña, donde preparaban la fiesta del día 15 de agosto. De allí, a la catedral de Santiago. Al hotel. Y a las siete calles. Que había mucho que probar. En una taberna demasiado abertxale nos juntamos con un paisano, Patxo, que tuvo la insensata idea de intentar emborracharnos.
¡Criaturita!
Catorce txakolís más tarde, en la puerta del Batxoki para comer, hubimos de decir adiós a nuestro amigo. Entre sus logros, habernos descubierto una de las tapas más divertidas que probamos: el urdangarín. Una especie de chorizo gigante, embotado y frito después, como los sesos del homónimo.
Al día siguiente, después de haber pasado una tarde y mañana con Jorge y Ana, primos encantadores del Sr. Bellette, forofos del Athletic Club (hasta me llevaron a la Catedral de San Mamés) y de haber visitado el increíble museo Guggenheim, pusimos rumbo al Real Sitio vía alvia, deseando que al año que viene, el camino fuera más leve en las cuestas, pero igual de divertido e instructor.
Cantabria, allá vamos.


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